El Papa Benedicto XVI nombró a Gustavo García-Siller Arzobispo de San Antonio el 14 de octubre de 2010. Fue investido Arzobispo el 23 de noviembre de 2010 en la Iglesia de San Marcos Evangelista de San Antonio, Texas, y sucedió a Mons. José H. Gómez como sexto Arzobispo de San Antonio. A nivel nacional, el Arzobispo García-Siller forma parte actualmente de varios comités de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB): el Comité de Diversidad Cultural sobre Asuntos Hispanos, Asuntos Afroamericanos, el Comité sobre Hispanos y Liturgia, y el Comité sobre Migración (USCCB).
1. ¿Podría explicar con más detalle el momento o la idea que llevó a la Arquidiócesis de San Antonio a adoptar la plataforma? ¿Cómo se alinea esto con la misión más amplia de la Iglesia en su comunidad?
Arzobispo Gustavo:
Durante este año del aniversario 150 del establecimiento de nuestra Diócesis, la plataforma representa una oportunidad para reflexionar sobre nuestra misión de evangelizar y orar por un renovado celo apostólico. Nuestra unidad no es uniformidad, sino una hermosa diversidad de carismas y dones, cada uno dado para edificar. Cada creyente está llamado a servir, a dar y a compartir la Buena Nueva.
Estamos llamados a dejar atrás todo lo que obstaculiza nuestra misión y a abrir nuestros corazones al amor transformador de Cristo; a ser agentes de misericordia, acogiendo al marginado, al olvidado, al pecador. Pedimos a Dios que nos guíe para ayudar a equilibrar los intereses contrapuestos con templanza, garantizando que se defienda la dignidad de todas las personas, especialmente de las más vulnerables. Y, que nuestras acciones fomenten un mayor compromiso por parte de todos, a través de su insustituible contribución individual al bien común. En estos momentos de desafios y divisiones, buscamos trabajar colaborativamente y con compasion en un espiritu de servicio, integridad y generosidad. Oramos para que la Arquidiócesis de San Antonio continúe siendo un faro de esperanza y fe para las generaciones venideras, y por una comunidad más justa y próspera.
2. Usted ha puesto un énfasis significativo en la sinodalidad. ¿Podría hablarnos de cómo estos valores guían sus esfuerzos diocesanos en el cuidado del medio ambiente y la justicia social, dando forma a las iniciativas de la plataforma?
Arzobispo Gustavo:
Durante nuestras sesiones sinodales de escucha se nos recordó la curación que todos necesitamos, no sólo individualmente sino también como familia humana, llamada a cuidar de nuestra casa común, la Tierra. Vivimos en un planeta herido: nuestro planeta sufre la degradación medioambiental, y los pobres y los vulnerables soportan las cargas más pesadas.
Sin embargo, en medio de todo esto, escuchamos el llamado de Jesús a la curación. Dice que estemos abiertos a la curación, a la renovación, a la transformación del mundo y de la forma en que vivimos en él. Estamos llamados a reconocer la profunda interconexión entre Dios, la humanidad y la creación. Cuidar la Tierra no es sólo una cuestión medioambiental; es una responsabilidad moral y espiritual.
Al comprometernos con la misión de sanación de Jesús, la gratitud y la alabanza deben brotar de nuestros corazones. El Papa Francisco ha señalado que la Santísima Virgen María es la Madre y Reina de toda la creación y que, por tanto, podemos pedirle que nos permita mirar este mundo con ojos de sabiduría. Nos encomendamos al cuidado maternal de Nuestra Señora de Guadalupe mientras buscamos seguir a su Hijo en la construcción de un mundo sostenible, solidario y responsable.
3. Los compromisos públicos pueden influir profundamente en el compromiso de la comunidad. ¿Por qué era importante hacer público este compromiso con la ecología integral específicamente, y qué impacto prevé que tendrá tanto dentro de la comunidad como en otras diócesis?
Arzobispo Gustavo:
Los objetivos de la Plataforma de Acción Laudato Si’ nos llaman a un compromiso renovado para cuidar de nuestra casa común. Nuestro planeta es un don de Dios, que se nos ha confiado para que lo administremos con amor y cuidado. El llamado a proteger nuestra casa común no es sólo una cuestión medioambiental, sino un imperativo espiritual y moral. Adoptando energías renovables, protegiendo la biodiversidad y promoviendo una agricultura sostenible, participamos en el acto divino de la creación, al sostener la vida como Dios manda. Cuando vemos la belleza de la creación, vemos un reflejo de la gloria del Creador. La ecojusticia nos recuerda que el bienestar de la Tierra está íntimamente ligado al bienestar de la humanidad, especialmente de los más vulnerables.
Promover la solidaridad es un componente esencial de este llamado. Los proyectos que apoyan a las comunidades indígenas, a los refugiados y a los niños en situación de riesgo son formas en las que podemos reflejar el amor y la justicia de Dios. Nuestro compromiso con la eco-justicia es un compromiso para ver a Cristo en el rostro de los pobres y los marginados. Nuestra economía debe servir al bien común, respetando los límites de la naturaleza. La producción y el consumo sostenibles, las inversiones éticas y el apoyo a las economías circulares son formas de honrar la interconexión de toda la vida. Al priorizar el cuidado de la Tierra y la dignidad de los trabajadores, creamos una economía que refleja la justicia y la misericordia de Dios.
4. ¿Cómo inspiran los principios de la Doctrina Social Católica las acciones que su diócesis espera emprender en el marco de la Plataforma de Acción Laudato Si’?
Arzobispo Gustavo:
Vivir de forma sostenible es una expresión de nuestra fe. Reducir los residuos, adoptar hábitos alimentarios sostenibles y evitar los artículos de un solo uso son medidas prácticas que honran al Creador. Son acciones que se basan en la idea de suficiencia, que nos recuerdan que la verdadera satisfacción no proviene del consumo excesivo, sino de vivir en armonía con la creación de Dios.
Incluso los pequeños esfuerzos, bendecidos por Dios, pueden tener un impacto profundo. La educación es clave para fomentar la conversión ecológica. Integrando Laudato Si’ en lo que enseñamos a nuestros hijos y promoviendo la conciencia ecológica, ayudamos a otros a descubrir a Dios en todas las cosas. Garantizar un acceso equitativo a la educación y promover los derechos humanos son cruciales para construir un mundo más sostenible. Mediante la educación ecológica, formamos a las generaciones futuras que seguirán cuidando de nuestra casa común.
La conversión ecológica nos ayuda a ver lo divino en la belleza de la creación y en el sufrimiento de los afligidos. Promover celebraciones litúrgicas basadas en la creación y la catequesis ecológica son formas de integrar nuestra vida espiritual con nuestro cuidado de la tierra. Construir comunidades resilientes exige compromiso y acción sinodales. La defensa, el arraigo y el sentido de pertenencia son esenciales para fomentar la resiliencia de la comunidad. Nuestras acciones colectivas, arraigadas en la fe, provocan cambios en nuestra comunidad.
5. Usted es devoto de Santa Teresa de Calcuta y San Francisco de Asís. La intersección de las cuestiones medioambientales con los retos a los que se enfrentan los pobres y vulnerables es profunda. ¿Podría compartir sus ideas sobre cómo su diócesis aborda estas preocupaciones interconectadas?
Arzobispo Gustavo:
La Madre Teresa fue una mujer que encarnó la esencia misma de las enseñanzas de Jesús y la sabiduría del Evangelio. Su vida fue un profundo testimonio de la voluntad de Dios, ya que se dedicó por entero a servir a los más pobres entre los pobres. En un mundo que a menudo glorifica el éxito material y la competencia intelectual, la vida de la Madre Teresa nos desafía a mirar más allá de lo superficial y a buscar la sabiduría más profunda que viene de Dios.
Nos bombardean constantemente con mensajes que equiparan la felicidad con la riqueza, el poder y los privilegios. La vida de la Madre Teresa nos enseña que la verdadera felicidad reside en vivir el Evangelio, en amar y servir a los demás con el amor desinteresado de Dios. Su sabiduría no era de este mundo, sino de Dios, que la llamó a ver a Cristo en el angustioso disfraz de los pobres, los enfermos y los moribundos.
Su fe inquebrantable ante las pruebas es un poderoso recordatorio para nosotros. La Madre Teresa confió en el mandato del Señor y se aventuró en las profundas aguas del sufrimiento humano. Su «pesca» no fue una ganancia material, sino un servicio compasivo. Deberíamos inspirarnos en su ejemplo para buscar la verdadera sabiduría que viene de Dios, confiar en su Palabra y dedicar nuestras vidas al servicio de los demás.
6. ¿Cuáles son sus aspiraciones para la Arquidiócesis de San Antonio en relación con sus compromisos ecológicos y sociales de cara al futuro? ¿Cómo imagina la evolución de la Diócesis a través de su compromiso con la Plataforma de Acción Laudato Si’?
Arzobispo Gustavo:
El ecosistema es un reflejo de la vida divina a la que Jesús nos invita. Respondiendo a los clamores de la tierra y de los pobres, adoptando estilos de vida sostenibles, promoviendo la educación y la espiritualidad ecológicas, y construyendo comunidades resilientes, participamos en la obra divina de la creación.
Confiamos en la abundante provisión de Dios para que podamos compartir generosamente y caminar juntos en este itinerario de conversión ecológica. El verdadero discipulado significa que no podemos permanecer dentro de los confines de nuestras zonas de confort. Nos fijamos en los ejemplos de los primeros discípulos, que dejaron todo lo que les era familiar para seguir a Jesús. Se aventuraron en territorios desconocidos, se enfrentaron a la oposición y abrazaron la cruz. Lo hicieron porque comprendieron que el discipulado es relacional: consiste en establecer vínculos y construir comunidades.
Como discípulos, estamos llamados a salir de nuestra zona de confort y entablar relaciones con quienes nos rodean, especialmente con los vulnerables y olvidados: los pobres, los marginados, los parias. Nuestro mundo necesita amor desesperadamente. Como pueblo de Dios, estamos llamados a ser esa esperanza, a ser las manos y los pies de Cristo en el mundo de hoy. El Espíritu Santo, que dio vida a la Iglesia en Pentecostés, sigue impulsándonos y guiándonos en el cumplimiento de esta misión en nuestro tiempo.