Peregrinas de la esperanza: un viaje a través de las llanuras de marea de Corea del Sur
Posted February 21, 2025
El lodo se hundía suavemente bajo sus pies, un ritmo apagado en contraste con la vasta extensión silenciosa del Saemangeum Gaetbol, una extensa zona costera de humedales a lo largo del Mar Amarillo, que alberga diversos sistemas sedimentarios y sustenta una rica biodiversidad, incluyendo aves migratorias, especies marinas endémicas y comunidades pesqueras tradicionales. El aire estaba cargado de sal, pero algo más persistía: un silencio que no era natural. Las hermanas de la Provincia de Regina Pacis de la Congregación de las Hermanas de Notre Dame habían venido aquí con una misión. Este era un peregrinaje de esperanza, a un lugar donde los gritos de la creación resonaban contra los diques que ahora marcaban una de las mayores llanuras de marea del mundo.
Durante más de mil años, estas llanuras de marea habían sostenido la vida en un equilibrio delicado, proporcionando hábitat para innumerables especies y sustentando a las comunidades costeras. Estos humedales, moldeados por el flujo y reflujo del Mar Amarillo, nutrían vastos bancos de moluscos, alimentaban a las aves migratorias y sostenían a generaciones de pescadores que dependían de su abundancia. Pero a finales de la década de 1980, los planificadores gubernamentales pusieron su mirada en transformar el paisaje. El Proyecto de Desarrollo de Saemangeum, lanzado oficialmente en 1991, prometía prosperidad: tierras agrícolas fértiles para alimentar a las comunidades y estimular el crecimiento económico. Para hacer realidad esta visión, los ingenieros construyeron un dique de 33 kilómetros, el más largo del mundo, aislando las llanuras de marea del mar.
Las consecuencias fueron devastadoras. Sin el ritmo diario de las mareas, los humedales se marchitaron: los moluscos se asfixiaron, las áreas de reproducción de los peces desaparecieron y el ecosistema, antes próspero, colapsó. Las aves migratorias, incluidas especies en peligro de extinción que dependían de estos bancos de lodo como una parada crucial en la Ruta Migratoria de Asia Oriental-Australasia, encontraron sus zonas de alimentación destruidas.
Para las Hermanas de la Provincia de Regina Pacis, esto no era solo un problema ambiental, sino un despertar espiritual. Su convento se encontraba dentro del dique, en tierras que alguna vez fueron llanuras de marea prósperas. Habían sido beneficiarias del mismo desarrollo que devastó un ecosistema, observando cómo los pescadores perdían sus medios de vida y las aves migratorias desaparecían del paisaje.
No eran meras testigos; eran participantes en el sufrimiento de la Tierra, y su fe las llamaba a responder. Luchando con este doloroso legado, buscaron un camino hacia la sanación, no solo para la tierra, sino también para las personas y las criaturas que durante generaciones habían dependido de ella.
El silencio sagrado de Sura Gaetbol
«Sura sigue viva», rezaba la pancarta que llevaban al acercarse a Sura Gaetbol, la última llanura mareal de la zona. El nombre «Sura», que significa «tan bello como la seda bordada», era a la vez un homenaje y un lamento. La belleza permanecía, pero también las cicatrices: los planes para construir un aeropuerto internacional y ampliar la base militar estadounidense se cernían sobre el frágil ecosistema.
«Pusimos ‘esperanza’ en nuestros pasos», reflexionó la Hermana Marie Carmel. «Incluso los clamores de la tierra nos parecían hermosos, pues nos esforzábamos por convertirnos en pisadas que traen buenas noticias».
Se movían con cuidado, silbando suavemente a medida que se acercaban a los hábitats de las aves migratorias, señalando su presencia para no asustarlas. Las aves respondían, algunas alejándose suavemente, otras deteniéndose, como si reconocieran la tranquila reverencia en los movimientos de las hermanas.
Esto era más que activismo medioambiental; era la encarnación de la ecología integral, la creencia de que cuidar de la creación es inseparable de cuidar de la humanidad. Dañar la Tierra es dañarnos a nosotros mismos, y en esa conciencia, las hermanas encontraron una vocación sagrada.
De la peregrinación a la acción profética
La peregrinación fue sólo el principio. Las hermanas volvieron a sus ministerios con un propósito renovado, integrando la conciencia ecológica en su trabajo diario. En guarderías, escuelas, centros de asistencia social y parroquias, compartieron la historia de Saemangeum, no solo como lugar de tragedia ecológica, sino como símbolo de resiliencia y esperanza.
«El mayor cambio es el cambio de conciencia entre las hermanas», dice la Hna. Marie Carmel. «Las que se mostraban escépticas ante las cuestiones sociales se comprometieron más, especialmente a través de las prácticas de la Plataforma de Acción Laudato Si’».
Organizaron proyecciones de documentales y foros, invitando a niños y colaboradores a conocer Sura Gaetbol. La Hna. Marie Rufina, directora de la escuela primaria de Bakmoon, dirigió una proyección del documental Sura, seguida de un debate con su director. La Hna. Marie Noel, del Centro de Rehabilitación Notre Dame, llevó a sus colaboradores a visitar las llanuras de marea, siendo testigos de primera mano de la belleza y el dolor.
Su defensa fue más allá de la educación. Las hermanas participaron en manifestaciones públicas, se solidarizaron con activistas locales y contribuyeron a peticiones para detener la construcción del aeropuerto. Su fe impulsó su activismo, y su activismo profundizó su fe.
Una teología de la unión
Al reflexionar sobre la peregrinación, la Hna. Marie Carmel estableció paralelismos entre su viaje y el relato evangélico de los discípulos tras la resurrección de Jesús.
«Después de la resurrección de Jesús, sus discípulos estaban perdidos. Cuando Pedro dijo: ‘Voy a pescar’, los demás respondieron: ‘Iremos contigo’. Fueron juntos. Lo importante no era la pesca, sino estar juntos. Creo que nuestra actitud hacia la Tierra debe ser la misma. Incluso cuando nos sintamos cansados, debemos salir y actuar. Entonces, otros se reunirán a nuestro alrededor, diciendo: ‘Iremos con vosotros’».
Este mensaje resonó profundamente entre quienes lo escucharon. En un mundo a menudo paralizado por la enormidad de las crisis ecológicas, la historia de las hermanas es un testimonio del poder de la acción colectiva y de la resiliencia impulsada por la fe. Descubrieron que la esperanza no es pasiva, sino una opción activa, un compromiso de apoyar la creación incluso cuando las probabilidades parecen insuperables.
Un llamado a la solidaridad mundial
La peregrinación de las hermanas a Saemangeum Gaetbol forma parte de un esfuerzo más amplio dentro de la Plataforma de Acción Laudato Si’, que une a la comunidad católica mundial en la labor de cuidar nuestra casa común. Su viaje es un recordatorio de que, incluso ante la profunda destrucción medioambiental, la esperanza persiste. Se encuentra en los pasos de quienes se niegan a mirar hacia otro lado, en las oraciones susurradas en las llanuras de marea y en las acciones emprendidas para proteger lo que queda.
«Por el pecado de haber sido testigos de tanta belleza, no podemos apartar la mirada», dijo Oh Dong-Pil, un activista local. Las hermanas se hicieron eco de este sentimiento y prometieron seguir defendiendo Sura Gaetbol y toda la creación.
Su historia nos invita a reflexionar: ¿Dónde está nuestro Saemangeum? ¿Qué clamores de la Tierra estamos llamados a escuchar y cómo responderemos?
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